Bajar del avión, sentir el cálido viento del desierto, respirar, ser libre. Otro país, otra cultura, otro idioma, y otro paisaje en el que perderse y en el que encontrarse.

Carreteras infinitas en lugares remotos, palmeras, olivos y mucho argán. Cabras, ovejas y algún que otro dromedario, burros, caos y orden, todo al mismo tiempo. Y en medio del desierto, del clima árido y seco, llegamos a nuestro pequeño paraíso. Imsouane. Nuestro hogar de África, nuestro rincón de paz en el corazón berebere, el punto donde todo se ralentiza, donde el mar y el desierto se dan la mano, el lugar donde por fin parar.

Gracias Imsouane por reunirnos con la tribu. Por tus olas infinitas, y tus atardeceres únicos, por los momentos de silencio y los de alboroto. Por los colores y los sabores, las sonrisas y las risas. Gracias por hacernos olvidar si es lunes o sábado, si es invierno o verano, por dejarnos saborear el presente salado de la bahía mágica.

Gracias tribu por atreveros, por formar parte de estas memorias de África. Por reír, sentir, dar y compartir. Por todos los momentos de está pequeña aventura marroquí. Por vuestra energía.

SHUKRAN